Me encantaría ser un gato para no tener que decir que te quiero y solo tumbarme sobre tu regazo mientras me acaricias la barriga. Ronronearía toda la vida si acercaras tu mano a mi tripa.
Me encantaría no tener que decir te quiero y solo quererte, que no tuvieras que explicarme que eso que hiciste que tanto me duele fue sin querer y que solo me quisieras.
Me encantaría que el amor no tuviera palabras ni nada más que tu palma en mi tripa un sábado noche que decides no irte con tus amigas y como soy un gato nadie viene a decir que es una relación de ningún tipo. Yo no quiero que salgas de casa nunca más porque en casa vivo yo y yo vivo para ir detrás de ti y si tú no estás ya no sé qué hacer. ¿A dónde voy a ir si no vas tú primero?
Me gusta dejar mis pelos por tu ropa y rebozarme en tu cama. Me gusta chuparte la cara y morderte la mano y no temer porque me vayas a dejar de dar de comer porque me quieres como yo te quiero. Yo soy tu gato y tu eres mi dueña. Tienes un novio pero él no se tumba en tu regazo, ni te puede chupar la cara fuera de la habitación y soy yo quien te deja pelos en el abrigo para que cuando vayas al trabajo todos sepan que vives conmigo.
Me encanta tumbarme a tus pies aunque sepa que odias que te toquen los pies porque me recuerda que odias más aun que yo no esté cerca de ti. Yo solo quiero que me acaricies y que me des de comer y que me hables con esa voz que solo me pones a mí. Y yo te moveré mis orejas y me enredaré por tus tobillos mientras te vistes. Te perseguiré al baño y te escucharía mear y no te daría vergüenza porque sabes que no voy a tener ninguna opinión pero sí la tengo solo que no la puedo decir, te quiero, me gusta todo de ti.
Muevo rápido mis pies y gruño de alegría cuando te acercas a la nevera para venir a darme una lata de atún. Me gustan las cosas frías, pero nada me gusta tanto como ver que me ofreces tus manos, que te mueves por mí.
Nada me gusta más que saber que te preocupas por mi hambre, aunque también me da pena porque yo soy muy pequeño y no puedo hacer nada por ti. Yo no puedo planchar tu ropa del trabajo, ni hacerte sopa para cenar cuando llegas cansada, ni pelarte una mandarina los días que te has cortado las uñas, y sé que tampoco llego al embrague ni a mirar por el retrovisor para no rasgarte las puertas en el parking de casa, pero aunque no pueda darte de comer ni aparcarte el coche, te quiero, que lo sepas. Sé que mi diminuto tamaño me hace inútil, pero sueño con pegar el estirón solo para poder abrirte todas las puertas.
Cando traes visita a casa y todos me cogen de la cara y me hablan con esa voz que me hablas tú y yo solo pienso en que qué bien que esa gente de gran tamaño y gargantas afinadas sí puedan hablar contigo esas cosas que piensas cuando no me dices nada. Qué bien que ellos sepan decirte que te quieren con palabras y sin tener que restregarse por tus piernas. Y, aunque yo les quiera porque te quieren, mi parte favorita es cuando se van y te metes a la cama y me puedo recostar en tu espalda. Qué bien que me quieras todas las noches como yo te quiero todos los días.